Resumen del artículo: Historias sobre la experiencia de escribir: El legado del Diplomado “La escritura como medio terapéutico”

Resumen del artículo: Historias sobre la experiencia de escribir: El legado del Diplomado “La escritura como medio terapéutico”

Gilberto Aranda, Mónica Campero, Elena Fernández, Martha Gómez, Marina González, Adriana Herrera, María Eugenia Ibarzábal, Josefina Lozano, Vanessa Manassero, Nora Rentería, Mónica Sesma y Silvia Vite, Historias sobre la experiencia de escribir: El legado del Diplomado “La escritura como medio terapéutico”, Diplomado de Psicología Positiva y Escritura Expresiva desde la Postura Colaborativa, Grupo Campos Elíseos, 2012.

 

Invitación a la escritura

Elena Fernández

 

Decidí estudiar psicología por muchas razones, una de tantas era aprender más de la vida y de los seres humanos para poder escribir, para poder describirlos… algún día. Después de terminar la carrera, estudié en Palo Alto con Weakland, Watzlawick y Fisch. Ya en México, trabajé en práctica privada, di clases, supervisé, y tiempo después cursé una maestría para comprender mejor las ideas del psicólogo Csikszentmihalyi sobre el Flow. Y así, algún día, nunca llegó. Con mis colegas Sylvia London y Margarita Tarragona abrimos el instituto Grupo Campos Elíseos, para compartir ideas sobre la crítica posmoderna y la postura colaborativa. El día de –escribir– seguía sin llegar. Años después, cursé el doctorado de Creación Literaria en Casa Lamm. Entonces inicié un diálogo con mis dos vocaciones, la psicología, y la escritura. Así, en mi tesis doctoral, se  hilvanaron en una novela -¡por fin!-, la ficción, y la escritura expresiva, propia de la psicología. Luego de unos años, desarrollé con mi colega Vanessa Manassero un curso de Escritura como Medio Terapéutico donde utilizamos las ideas de Peggy Penn, James Pennebaker y otros autores, para sumergirnos en el estudio y la investigación de estas propuestas. Realizar ejercicios de escritura quizás genera incomodidad al principio, pero con resultados positivos. Con frecuencia, los alumnos invitan a otros a escribir, ya sean clientes, pacientes o consultantes, alumnos o supervisados. El poder de la escritura se ha investigado a profundidad; hemos encontrado que confiere la oportunidad para que nuestras historias de vida puedan ser reeditadas. Vivir los resultados, compartirlos, ha sido una experiencia prodigiosa. Sin reemplazar a la terapia hablada, ni a la amistad o a la comunicación con otros, la escritura suma experiencias, ideas, posibilidades. En algunos casos, cuando los hechos que necesitamos desahogar son muy íntimos o cuando no contamos con alguien para compartir sucesos tristes o vergonzosos, escribir es una excelente opción para sentirnos mejor. Incluso, a veces para resolver y en ocasiones, para dar nuevo rumbo a nuestras vidas. Escribir es una invitación a articular nuestros sentimientos y nuestras ideas de una forma novedosa y, así, darle un sentido a lo que nos sucede. Sugerir a una persona que utilice la palabra, puesta en papel o pantalla, es pedir que se afilie a un espacio de meditación reflexiva. Esta experiencia, compleja y sencilla a la vez, se expresa en las caras de satisfacción que he tenido el privilegio de observar cuando al terminar un ejercicio digo, por favor dejen su pluma, se acabó el tiempo.

 

Invitar a escribir en grupo. Una propuesta para beneficiarse de la escritura en una conferencia

Silvia Vite

Fui invitada a dar una conferencia dirigida a todo público sobre un tema de Terapia Familiar. En algunas ocasiones que he impartido conferencias de este tipo, es posible que la audiencia no tenga ninguna información sobre el tema que voy a tratar, por lo que intento dar poca información. Mi idea es que ésta sea en un lenguaje sencillo y, por lo general, introduzco un ejercicio con el fin de que los participantes se lleven algo de la conferencia. Era un grupo de alrededor de 25 personas, hombres y mujeres de varias edades. En un primer momento, expuse los antecedentes de la escritura basándome en las investigaciones de James Pennebaker (1997); posteriormente, se tocaron temas sobre la función que tiene el escribir, sugerencias de cómo escribir, los efectos de la escritura. Aunque era un espacio grupal, puntualicé que la escritura es un encuentro con nosotros mismos, es un detener el tiempo, aunque éste sea breve. Propuse escribir sobre alguna situación en la que se sintieran un poco atorados. Les pedí que escribieran sobre alguna solución que se les ocurriera. A continuación les sugerí que podían continuar escribiendo sobre la solución planteada o sobre una nueva solución. Y por último, que retomaran la misma solución o escribieran sobre otra alternativa. Todos siguieron las indicaciones dadas, respetándose la necesidad de las pausas para las reflexiones personales. Posteriormente, les solicité escribir si las soluciones escritas les podrían servir en el futuro o si les hacía bien pensar en ellas. Al final, les pedí que compartieran verbalmente sus comentarios sobre el proceso de escribir que vivieron y no sobre el contenido o temas que trabajaron. Al final todos estaban muy motivados, se felicitaban por haber asistido a la conferencia. Por error, se me olvidó sugerir alguna bibliografía por lo cual les pedí a los interesados sus correos electrónicos para mandárselas posteriormente. Dos personas contestaron que tratarían de conseguir el material y después les gustaría comentarlo conmigo. Otras personas me compartieron situaciones muy personales.  La conferencia fue una experiencia muy agradable. Se logró establecer empatía, captar la atención y despertar el interés de los asistentes.

 

La escritura como reflexión en la solución de problemas

Josefina Lozano

Mi experiencia con mis escritos como psicóloga y terapeuta se limitaba en contenido a un resumen o una descripción de las intervenciones y mis impresiones sobre el proceso terapéutico, lo cual me facilitaba una reflexión importante. Posteriormente, influenciada por el enfoque de la Terapia Colaborativa (Anderson, 1997), empecé a redactar junto con mis clientes las anotaciones, y a tomarlas como referencia para dar seguimiento y evaluar el proceso psicoterapéutico. En el puesto directivo que ocupo dentro de una institución de asistencia privada, he tenido la necesidad de documentar mis entrevistas con los padres de familia. Describo en ‘fichas de entrevista’, el motivo del encuentro, su desarrollo, y los acuerdos a los que llegamos. Muchas veces inicio su redacción leyéndola en voz alta para permitir que los clientes me ayuden a completar la información que incluyo. Los invito a que corrijan o editen lo que voy redactando, de manera que el documento logre expresar tanto su forma de ver y sentir los dilemas que enfrentan como la postura de la institución y los aspectos que fueron explorados en la entrevista o en el encuentro terapéutico. Así, el contenido se vuelve un referente al que podemos regresar cada vez que lo deseemos y poder evaluar tanto proceso como los avances logrados. También nos permite modificar las estrategias que no han arrojado el resultado deseado y nos ayuda a ser creativos, explorando ideas nuevas. Otras propuestas relacionadas con la escritura y utilizadas frecuentemente en mi trabajo  son la Pregunta del Milagro sugerida por Steve De Shazer (De Shazer, 1991; De Shazer, 1989; O’Hanlon & Weiner-Davis, 1997); las preguntas de Sheila Mc Namee (año?); y la redacción de diversos documentos tal como lo proponen Michael White y David Epston (1990). También para casos de duelo, la escritura facilita elaborar procesos inacabados de despedida y duelo con niños y adolescentes a través de cartas enviadas al cielo en globos, en las cuales los niños logran comunicar sus sentimientos, deseos y peticiones. Las cartas pueden ayudar como formas de despedirse de seres queridos, dejándolas en nichos o tumbas; para expresar aspectos que quedaron pendientes en la relación con personas así como expresar el dolor por la separación. Esto ha resultado más fácil cuando he incluido las creencias espirituales sobre la muerte que tienen mis clientes.

A pesar de emplear la escritura en mis procesos terapéuticos para otros, no la había usado para plantear dilemas que me resultaban difíciles de resolver en forma personal. Fue a partir del diplomado “La escritura como medio terapéutico” que empecé a emplear la escritura para mí. Al escribir sobre mis propios asuntos, me veía forzada a describir los dilemas en forma coherente estableciendo prioridades. Durante los ejercicios, logré reflejar en el papel las voces internalizadas de otras personas, sus perspectivas y visiones. La escritura me ha permitido empatizar profundamente con mis colegas y colaboradores, me ha facilitado el camino hacia alternativas de solución.

 

El Equipo Reflexivo escrito y las conversaciones sobre escritura colaborativa

Vanessa Manassero

Grupo Campos Elíseos abrió una comunidad de aprendizaje en el sur de la Ciudad de México, en donde compartimos ideas sobre la postura colaborativa, la psicología positiva y los beneficios de la escritura. Aquí, mi participación como docente ha sido la de facilitar la conexión entre la escritura y el enfoque colaborativo. Para ejercitar la escritura y realizar una conexión también en la práctica aprovechamos cualquier detonador. Por ejemplo, nos preguntamos ¿qué ingredientes tiene la mejor experiencia de supervisión que has tenido?; retomamos frases salidas de galletas de la fortuna; y en alguna ocasión laboramos un mensaje teniendo en mente algo que no habíamos comunicado a seres queridos y lo pusimos en una botella muy pequeña. La pregunta que ha dirigido nuestras conversaciones ha sido: ¿Qué es la escritura colaborativa? Al escribir de forma colaborativa se plantea un lenguaje tentativo. La agenda o tema es co-creada junto con los demás autores (otros colegas, el supervisado, el cliente); la forma es respetuosa en cuanto no impone los objetivos; la ‘expertés’ se comparte y no existe jerarquía; esto es, el terapeuta facilita la conversación y el cliente es el experto en el contenido[1]. Además, los escritos son guiados por la curiosidad y el respeto y poseen múltiples lecturas; tienen como intención evitar juicios y no plantean conclusiones cerradas. El ritmo de escritura es más lento porque se tienen conversaciones sobre el proceso. En este contexto surgió una experiencia de supervisión distinta. Se había solicitado al grupo que escribiera sobre una situación que quisiera consultar, pero esta vez decidimos hacerlo a través de la escritura. Un miembro del grupo leyó su documento y llevamos a cabo un equipo de reflexión, plasmando las ideas de forma escrita. Luego de escuchar, todos dedicamos unos minutos a pensar qué queríamos trasmitir y posteriormente escribimos durante 10 minutos. Cada miembro del equipo leyó y entregó sus ideas. En la reflexión del proceso, el grupo mencionó que ponerlo por escrito permite sentir un mayor compromiso porque las ideas quedarían asentadas. El escrito te representa, es estático, y no hay retroalimentación, por lo que no se dio el intercambio dialógico entre las voces del equipo, el cual lleva al enriquecimiento y co-construcción de ideas. En otra ocasión, le pedimos retroalimentación a nuestro compañero-cliente y mencionó que había sido una experiencia distinta, pues cuando releyó los documentos había encontrado utilidad y novedad. En relación a esta experiencia reflexionamos que nos gustaría incorporar el equipo de reflexión escrito a nuestra práctica, pero tal vez agregando una ronda posterior a fin de escuchar las ideas en voz alta, para generar un documento conjunto que ya esté influenciado por los demás y que represente mejor lo que sería un escrito colectivo.

La escritura para los consultantes también puede ser para los consultores

Gilberto Aranda

El propósito de este texto es exponer la posibilidad de que la escritura que se dirige a los consultantes en psicoterapia pueda ser un elemento de reflexión para la práctica de los consultores. En el contexto de mi participación en el diplomado que se perfiló como “un grupo de estudio y supervisión para psicoterapeutas, con la finalidad de reflexionar sobre el quehacer clínico y el uso de la escritura como herramienta de trabajo en los procesos terapéuticos”, se desarrolló una supervisión bajo la propuesta del equipo de reflexión. Schön (1992) ha señalado la importancia que tienen para la práctica y para el desarrollo de los profesionistas la reflexión en la acción, la reflexión sobre la acción y la reflexión sobre dichas reflexiones. De ese modo, la escritura puede desempeñar un rol importante para la reflexión. Permite que las palabras adquieran un carácter estable y tangible, es decir, que el mensaje y el mismo lenguaje asuman la cualidad de un objeto (Coulmas, 1989). Así, lo escrito permanece, facilitando la reflexión y la acción posterior. “La reflexión después de la acción puede… transformarla en conocimientos susceptibles de ser utilizados de nuevo en otras circunstancias” (Perrenoud, 2004, p. 35 y 36).

Vanessa, docente del diplomado, solicitó voluntarios para exponer por escrito al equipo reflexivo una consulta. Yo me ofrecí, traje un texto, repartí copias a cada miembro del equipo y se los leí. Enseguida, cada una de mis colegas presentes elaboró un manuscrito con sus aportaciones a la consulta, lo leyó en voz alta y me lo entregó. Al retomar la experiencia para éste artículo, observé lo valioso del material para apreciar las retroalimentaciones recabadas en el contexto de una visión postmoderna de la terapia que apuesta a promover la diversidad de voces y recursos. Este tipo actividad puede ser más fructífera para el desarrollo profesional si los escritos pudieran quedar también a disposición de los consultores, facilitando así posteriores reflexiones individuales y/o colectivas. Esto permitiría a los consultores comparar los recursos que emplean en lo oral y en lo escrito. Por ejemplo, tener los textos elaborados por colegas podría ser una invitación para ver qué sus recursos pudieran enriquecer mi práctica; además, cada consultor podría ser también destinatario de los escritos de sus colegas y enriquecer su propia práctica con los tipos de aportaciones de ellos. El reto de decidir qué y cómo escribir al consultante exige una reflexión en la práctica, pero la escritura para los consultantes de un equipo reflexivo puede ser también de utilidad para los consultores del equipo.

 

Escribir para reflexionar y aprender sobre el quehacer profesional: experiencia con promotores de la salud en formación

Martha Gómez Pananá[2]

Trabajo en la formación de promotores de la salud en el ámbito comunitario e institucional en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. El campo profesional de la promoción de la salud es diverso y fundamentalmente práctico. Existen escasos planteamientos teóricos que orienten y den forma a sus propuestas. Trabajar en la construcción del campo de la promoción de la salud como campo de conocimiento y, con ello, de una identidad profesional clara requiere de un intenso trabajo reflexivo, algo fundamental  para todos aquellos que nos dedicamos a trabajar alrededor de la salud física y mental, individual y colectiva. Este trabajo se puede realizar en el aula, en foros, en talleres e intercambios de experiencias, pero también en espacios de reflexión individual. Es aquí donde la escritura se convierte en una herramienta para la reflexión. He diseñado una serie de herramientas y ejercicios para desarrollar la capacidad reflexiva en profesionales en formación, tomando como base la tradición de Aprendizaje Basado en la Experiencia (ABE) y los planteamientos de Donald Schön sobre el profesional reflexivo (Schön, 1992). La bitácora reflexiva es un registro pormenorizado y libre de acciones y aprendizajes cotidianos registrado por cada estudiante en niveles reflexivos paralelos que van de lo concreto a lo abstracto y tocan aspectos conceptuales, afectivos, y metacognitivos. La revisión comentada de documentos persigue las mismas indicaciones de la bitácora reflexiva. Existen otras situaciones de aprendizaje en las que se construyen temas vinculados. Todos estos ejercicios son privados, centrados en la selección que cada estudiante realiza sobre el tópico general, enfocados en la vivencia completa de la persona, y su sentido general está dirigido a construir aprendizajes que tienen implicaciones para su quehacer profesional. Intentamos garantizar un ambiente seguro, de confianza y respeto para con el grupo. Los estudiantes pueden seleccionar, aquellos elementos del proceso y del contenido que deseen compartir. Reflexionar escribiendo permite revisar las implicaciones personales y profesionales en los temas abordados; hacer preguntas acerca de la relación con los que trabajan; enfrentar problemas complejos; reconocer y cuestionar los supuestos explícitos e implícitos que orientan el quehacer; ejercitar la capacidad de reflexionar sobre su propia práctica. El espacio del diplomado en Grupo Campos Elíseos significa para mí la oportunidad para conocer autores, prácticas, e interlocutoras/es de disciplinas diversas que han enriquecido inmensamente mi propia práctica. La escucha respetuosa y el ambiente colaborativo me impulsan a explorar aún más las posibilidades de la escritura reflexiva, la creatividad y el trabajo colaborativo en ambientes de aprendizaje. Escribir para reflexionar, reflexionar escribiendo.

 

Mi experiencia con la escritura

Mónica Sesma

Uno de los elementos más importantes que me ha ofrecido la escritura es la claridad de mis propias ideas y pensamientos. Generalmente cuando escribo, no pienso mucho en la forma, el contenido exacto, el formato, la estructura o la extensión. La voz y el tono también voy encontrando en el camino. Lo que me propongo es escribir, y con ello vienen muchos logros: conocer mi postura, saber lo que pienso, encontrar pros y contras, entender por qué me siento como me siento, informarme a mí misma sobre una situación, mi perspectiva de una experiencia, lo que opino de una persona, y demás. Una magia ocurre entre pensamiento y papel, lectura y pensamiento, y lectura y reflexión. Cuando el pensamiento llega al papel, aunque luego se omita, ocurre un efecto reflexivo que amplía la toma de decisiones. En el espacio terapéutico he podido co-crear, junto con mis consultantes una variedad de experiencias reflexivas tales como 1. El   Manual de Convivencia con Herpes Zóster, creado por una consultante que sentía que nadie comprendía su sufrimiento desde su contagio. El cuerpo le dolía e imposibilitaba hacer su vida normal, pero alrededor suyo no había empatía, especialmente de su pareja. Fue así como comenzó a escribir un instructivo para la pareja y los familiares acerca de qué hacer, cómo convivir, y cómo tratar con este padecimiento. 2. El árbol genealógico y la maldición de las mujeres en una familia. Una consultante expresaba que quizá no era exitosa con los hombres porque formaba parte de la cadena de mujeres ‘malditas’. Explicó que en su familia había una especie de maldición, en la que las mujeres “por alguna extraña razón” terminaban solteronas. Le propuse que dibujara su árbol genealógico, que demostró que su vida no tenía aspectos en común ni relacionados con la historia o personalidad de las mujeres solas en la familia. 3. Carta al doctor “Usted definitivamente no me conoce”, escrita por una consultante que a pesar de haber pasado por varias experiencias dolorosas había salido adelante. Un malestar físico la llevó a consultar con un médico internista quien, luego de realizarle diversos estudios, sugirió que probablemente sería “hipocondriaca” y que lo que necesitaba era “terapia”. En consulta, ella repetía “me lo dice porque no me conoce”, y entonces surgió la propuesta de escribir una carta al doctor, tras la cual éste le sugirió buscara otra opinión. Meses después, ella fue diagnosticada con la enfermedad celiaca. Escribir ilumina. No sólo dirige, orienta e  informa, sino que enfoca ángulos diferentes, y alumbra aspectos ensombrecidos anteriormente. Es por ello que me gusta incluir la actividad de escritura en mi labor terapéutica.

 

Algunas reflexiones en torno a la escritura

Nora Rentería

Al inicio de mi práctica clínica escribía notas y descripciones de la sesión; una forma de auto-supervisión que me servía para reflexionar sobre las siguientes sesiones, así como para tomar conciencia de las teorías y modelos que había estudiado. En mi trabajo como terapeuta familiar he utilizado la escritura de formas diversas. Es importante escribir una forma expresiva y metódica, y tomar consciencia de los efectos de la escritura en la salud, en las relaciones con otros y con uno mismo. Pensar en escribir sobre los efectos que tienen las historias escuchadas en nuestro trabajo para usarlas como reflexión, parecería no tener sentido desde algunas posturas clínicas. En las posturas colaborativas y narrativas cobran mayor importancia la postura de lograr una mayor simetría, la posibilidad de dar cuenta del diálogo interno del terapeuta como una forma de transparentar lo dicho, y la construcción de los significados. Así, el proceso en la relación terapéutica tiene el potencial de cambio para el terapeuta también. En las conversaciones con mis consultantes adolescentes, chicas atrapadas en trastornos alimenticios, la escritura acerca de ellas y con ellas me ha ofrecido importantes revelaciones acerca de mí y mis diferentes voces. Cualquier cosa que nos haga reconsiderar aspectos personales, morales, y éticos en formas diferentes tienen el potencial de cambiarnos. Otro ejemplo de estos procesos que invitan a la reflexión, son mis escritos acerca de las personas que acuden a terapia conmigo. Comúnmente suelo escribir acerca de su situación, incluyo diferentes aspectos, diferentes ángulos, y esto posibilita ver cómo pueden privilegiar unas historias sobre otras. Compartir mis escritos con ellos genera nuevas conversaciones que enriquecen la visión de todos. Escribir hace que no sólo una idea o versión tome todo el espacio.  Ante la importante transformación a partir de los procesos reflexivos personales posibilitados por la escritura me pregunto: ¿porqué no usarla como una herramienta de entrenamiento? Antes, los trabajos que me entregaban los alumnos incluían la transcripción interminable de algunas sesiones. Era evidente cómo en el texto modificaba lo experimentado en aras de encajar con el modelo estudiado. Ahora estoy más interesada en que cada alumno tenga un texto escrito de la experiencia de su formación y en posibilitar diferentes ejercicios de escritura. Crear un espacio para promover conversaciones dialógicas con los consultantes tendría que ser algo paralelo al fomento del diálogo de las propias voces de los alumnus. La escritura desenmascara voces silenciadas; se adentra en la incertidumbre y la capacidad de asombro, nos mantiene abiertos a preguntarnos y alejarnos de una voz experta, mientras clarifica que las ideas son provisionales. Escribir, escribirnos, es darnos cuenta de la influencia de tantas voces: tanto de nuestros consultantes que nos redefinen y re -involucran en sus procesos, como de nuestras relaciones personales en diferentes formas.

 

La escritura reflexiva

Mónica Campero

Desde muy joven recurrí a la escritura reflexiva en momentos difíciles, como una manera de expresar mis emociones y ordenar mis pensamientos, como una forma de entender mejor la experiencia que estaba teniendo. Años más tarde conocí el trabajo de James Pennebaker, el cual concordaba con mi experiencia al escribir reflexivamente: disminuía mi ansiedad y estrés; me ayudaba a comprender y a asimilar los eventos, a organizar mis pensamientos, a entenderme mejor. La escritura reflexiva es una herramienta valiosa para manejar el estrés y generar bienestar. Entre lo que he observado: 1) Se da una catarsis en el escrito, un desahogo de la carga emocional; 2) Esto genera cambios fisiológicos favorables como disminución de la presión arterial y frecuencia cardiaca, así como una disminución de la conductancia electrodérmica (indicador de ansiedad) y una mejora del sistema inmunológico. Estos cambios contrarrestan la respuesta biológica del estrés y contribuyen a mantener un equilibrio en el sistema nervioso autónomo; 3) Esta forma de practicar la escritura nos ayuda a reconocer y validar lo que sentimos y a sacar emociones difíciles de una forma no destructiva; 4) Escribir reflexivamente sobre una situación estresante contribuye a que podamos ajustar nuestras emociones a un nivel adecuado, con lo que se disminuye la reactividad y se fomentan respuestas reflexivas; 5) La escritura genera reflexión y con ello cambios cognitivos que nos facilitan percibir las situaciones desde diferentes perspectivas, con otros significados y generar con más facilidad nuevas posibilidades- encontrar soluciones a problemas que si no se enfrentan pueden volverse más complejos; y finalmente, 6) Escribir ayuda a bajar la ansiedad, disminuir preocupaciones obsesivas y mejorar el estado de ánimo, pues contribuye a cuidar nuestras relaciones interpersonales e invita a la responsabilidad. En mi trabajo como terapeuta, he invitado a varios clientes a utilizar la escritura en diversas situaciones. Por ejemplo, los he invitado a escribir cartas para expresar pensamientos y sentimientos; a hacerlo desde la voz de otra persona; escribir sobre una situación en primera y luego en tercera persona; escribir una historia simbólica;  escribir listados de pros y contras; y escribir sobre diversos conflictos en las relaciones de pareja. Para algunos clientes, empezar a escribir resulta un poco difícil; sin embargo, en casi todos los casos la inhibición disminuye y la mayoría reporta beneficios derivados de esta experiencia. Para mí, escribir reflexivamente es generar un espacio de calma y de silencio, un espacio alejado de la prisa cotidiana, de los muchos estímulos y ruidos de afuera; un espacio donde puedo contactarme, relajarme, enfocarme; un lugar que me permite observarme, acompañarme, y a veces no tomarme tan en serio.

 

Redescubriéndome en la experiencia escrita

Marina González

Desde que tengo memoria me veo con un cuaderno, constantemente anoto en mis libretas la vida en general. Mis reflexiones vienen de la cotidianidad, de esas pequeñas memorias fugaces en donde a veces encuentro grandes ideas o veo el reflejo de los malestares diarios. Escribir es un encuentro con las imágenes que no quise que se escaparan y encapsulan fragmentos de épocas, pero su registro es transformador, es terapéutico. Son momentos pasajeros que trascienden al ser escritos. Lo olvidado vuelve con nuevas aportaciones porque activa sensaciones, evoca nuevos significados. Esas notas se han vuelto un recordatorio de quién soy. Allí marco mis recuerdos, subrayo lo que pienso y me observo a mí misma pensándolo y comienzo a ver patrones. ¿Cuál ha sido una constante en mi vida? ¿Qué es lo que recurrentemente escribo como cosa emocionante? Descubro una y otra vez la prueba de mi conexión con los espacios arquitectónicos; tropiezo con listas de libros; miro cómo en momentos duros he podido ir librando de mi mente una visión miope, y cómo esa visión entrecortada y desenfocada activa otras voces, recibiendo otras ideas ablandadas por la esperanza. Normalmente con una perspectiva más completa, ya no es sólo el retrato de un nudo de sentimientos, sino el desglose de un lapso de mi vida que puede desdoblarse desde muchos ángulos. Estos párrafos a veces están acompañados por garabatos, una pequeña ilustración de aquel instante, lo cual enriquece la trama y me deja regresar con mayor facilidad. La palabra escrita recrea nuestra precepción de manera dulce, materializa lo sentido, dibuja lo visto por el corazón y nos conecta con otras experiencias cuando la compartimos. La palabra escrita es recuperar fragmentos de vida que de otra forma se pierden en el acontecer cotidiano. Nuestros textos son terapéuticos porque ayudan a calibrar el norte de nuestra brújula, permiten que continuemos convirtiéndonos en lo que queremos ser. Las palabras que estampamos tienen el poder de envolver significados que de otra manera se quedarían sin expresar, los cuadernos son la vía de su materialización y en conjunto forman un acervo de nosotras que algún día podremos heredar.

 

De lo íntimo a lo público en mi experiencia con la escritura

Ma. Eugenia Ibarzábal

Las experiencias íntimas y el quehacer profesional están entretejidas aunque su utilidad sea diferente. En lo personal, me remonto a la adolescencia cuando mi madre me regaló un diario que llené día a día. Dejé de escribirlo cuando supe que alguien lo leía lo guardé en el escondite más secreto que encontré. Luego aprendí a escribir en griego y empecé otro diario, segura de que esta vez nadie lo iba a poder leer. Años después ni yo podía leerlo, y tuvo que ser guardado nuevamente en un cajón. Escribiendo me sentía en compañía y podía expresar lo que con nadie me atrevía a compartir. Después vinieron años de estudio, boda, formar una familia, trabajar. En todo este tiempo, mi experiencia con la escritura fue parte de mi vida profesional. Mi escritura pública nunca plasma sentimientos, emociones, esperanzas, sueños, amores, desamores. Se trata, entonces, de un documento público que vale por lo que representa. Por el contrario, he realizado escritos desde lo íntimo cuando me es difícil expresar un sentimiento o emoción, cuando creo que hablando se puede crear un conflicto y se necesita la escritura como una experiencia previa para asentar una idea o punto de vista. Acá no hay necesariamente un hilo conductor. Cuando una emoción invade la razón, supera el análisis y rebasa lo esperado. Cada experiencia escrita está llena de esta expresión de mi alma, de mi más íntimo sentir. El amalgama entre mi escritura íntima y pública fue la publicación de un libro. Mi hijo Gabriel me preguntó por qué no escribía un libro. Pidió pluma y papel, y decidimos el nombre del libro Manual de la Pareja: Sensibilizando a tu Hombre. Así empezó mi experiencia como escritora. Ese libro, que une lo íntimo y lo público, lo escribí tanto con la cabeza y el corazón. Cada letra, cada palabra, cada capítulo puse lo mejor de mí: mi experiencia como psicoterapeuta, médico, pareja y mujer. Al finalizar el manuscrito lo entregué a varias editoriales, y lo aceptó Editorial Diana.  Yo estaba muy emocionada, pensaba “¡voy a ser escritora!”, “¡van a publicar mi libro!”. En escribir se me iba el tiempo, tenía que organizarme y centrarme en las ideas que quería transmitir. Eran verdaderos momentos de gozo, de estar con mis pensamientos, y el mundo se detenía. La presentación del libro fue intensa: las personas hablaban de mi escritura, discutían de los resultados de mi soledad, conversaban sobre mi trabajo interno y lo convertían en una experiencia pública. Estos comentarios me invadían de manera involuntaria y llegaban a todos mis sentidos. Cuando por vez primera vi el libro en una librería me detuve a contemplarlo. Lloré. Sentí que el libro ya no era mío, era de todos, era público. En ese momento lo dejé ir y ya no fue parte de mi experiencia íntima como había sido los últimos meses de mi vida.

 

Des-escribir mi historia con la escritura

Adriana Herrera

Hablar de lo que la escritura me ha dado y cómo la he usado es todo un tema en mi vida. Es una historia un tanto tortuosa, compleja, digamos como el gozo del vértigo. En general me cuesta trabajo escribir. No sé muy bien cómo, finalmente, aprendí a escribir. Lo que sí conozco bien es la vergüenza de no poder. Durante casi toda la primaria pensé que era un poco ‘tonta’ y que tenía muy mala letra. Posteriormente, me informaron que tenía una dislexia severa, misma que me jugaba malas partidas. Confundí, por supuesto, “B y b” con “D y d” con “V y v” con “P y p”. Para mí, eran las mismas “Eses” que las “Ces”. Y bueno, las “Zetas”, ya eran palabras mayores. Entonces “vaca” podría convertirse en “pasa”, “paca”, “daca”; “bastón” en “dastóm”, “pasón”, “dactón” y las combinaciones más extrañas que se puedan imaginar, era de mi creación. Afortunadamente la terapia hizo su trabajo y pude ir resolviendo poco a poco mis limitaciones. No sin desarrollar antes una técnica en la cual prefería pasar por “floja” que por “tonta”. Descubrí que este asunto no era un tema de inteligencia, tampoco de brillantez; y por el contrario, desarrollé otras capacidades. Prefería hablar y me hice notar. Pude tener mucho éxito al hacer trabajos creativos, mostrar mis habilidades manuales y mi capacidad para trabajar en equipo. En la implosión eterna de no hacerlo bien ante los ojos de los demás y con el pequeño detalle de una expectativa de realizar algo extraordinario, fui encontrando las formas de liberarme de esa sensación al 100%. Cada vez que escribo de forma reflexiva lo he disfrutado, he visto los resultados, he quedado satisfecha. La hoja en blanco y el cursor cintilando me llevan a la incógnita de qué es lo que saldrá finalmente. A pesar de mi dificultad escribí durante años algo parecido a un diario. Un tanto nerviosa que alguien en algún momento determinado lo leyera, mi escritura se regía por asuntos que me dejaran en un buen lugar en caso de ser leídos.  Hubo momentos y personas que me confrontaron con mis miedos a escribir y me ayudaron a corregir mis obstáculos, como el Diario Escolar en 6º de Primaria, mi maestra de Preparatoria o la tesina final de la carrera. Ahora reconozco que cuando pongo el corazón, la escritura es más lo mío. Últimamente escribo cosas más bien personales. Escribo sobre mis conflictos, dilemas, enojos, resentimientos y otros aspectos íntimos. Hoy en día me fijo menos en si el contenido tiene una connotación positiva o agradable. Puedo decir que ahora me siento tan bien escribiendo. Y lo que no sospecharían es que con todo este recorrido difícil espero, genuinamente, convertirme algún día en ‘fan’ de mi propia escritura.

 

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[1] Experto en su propia historia, en narrar sus experiencias (Anderson, 2007).

[2] Las líneas que conforman este apartado son el resultado del trabajo en equipo con el Mtro. David García Cárdenas, especializado en Educación de Profesiones de la Salud y profesor en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.